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ritania
B
Brin era doncella de la señora de la fortaleza desde hacía cuatro años. Suspirando con resignación, apretó el puño en donde tenía el mensaje que acababa de llegar y comenzó a subir lentamente las escaleras de la torre hacia las estancias privadas de su señora. Tintagel siempre había sido una fortaleza fría, los vientos que venían del estrecho y las frecuentes tormentas hacían que la humedad y la temperatura penetrasen la carne hasta el hueso, entumeciendo los miembros si no te abrigabas con varias capas y pieles. Pero nada se comparaba a la frialdad de su señora.
Ella estaba despierta, lo sabía por las sombras temblorosas del fuego que salían por debajo de su puerta. Con mano vacilante, Brin llamó y esperó permiso para entrar.
Su señora estaba estudiando uno de sus numerosos libros, como siempre. Su largo cabello oscuro como la noche caía sobre su rostro mientras entonaba un cántico en una lengua desconocida para Brin. Muchos no lo sabían, pero en pocos años -y gracias a los buhoneros y monjes que acudían al castillo- se había hecho con una extensa biblioteca que era la envidia de la del propio Londinium. Aunque la verdad es que los temas que eran del agrado de la noble seguramente la habrían hecho ganarse el odio del obispo de los cristianos.
-¿Y ahora qué quieres, Brin? ¿No ves que estoy ocupada?- susurró la noble.
-Mi señora, ha llegado un mensaje.
-Esperaba noticias del rey Edmur de Cumbria. ¿Son suyas?
-No, mi señora. Son de… la isla. Son de la Dama.
La mirada de la noble hizo que Brin retrocediera apresuradamente, saliendo de los aposentos lo más rápido que pudo. La maldición que lanzó su señora al abrir la carta resonó por las escaleras y casi hizo que la pobre doncella a la fuga gritase de miedo.
En la habitación, la mujer tenía que contenerse para no destrozar el pergamino que estaba leyendo. O sea que la vieja sacerdotisa estaba hablando con los invasores de más allá del mar y con las criaturas de los bosques que estaban atacando a cuanto humano se ponía a su alcance. Y ahora le ofrecía una tregua. Una forma de determinar quién de ellos podía gobernar Albión para evitar el derramamiento de sangre.
-Yo soy la legítima reina de este país -susurró ella-, mi odiado padrastro, Uther, maldito sea en el infierno, era el Alto Rey y yo soy su legítima heredera. No me despojarán de mi derecho de sangre. El Dragontorc me corresponde a mí. No he estado todos estos años preparándome para este momento en balde. Nadie sabe lo que he tenido que pasar… ni lo que he tenido que sacrificar.
-Nadie se imaginaba que esos bárbaros desembarcarían en el norte -dijo una voz masculina desde el fondo de la cámara-, ni que los monstruos de las leyendas existían. Y ni todos los reyes de Britania juntos tienen caballeros ni soldados suficientes para librar dos guerras a la vez contra estos adversarios. Ni con el mismísimo dios de los cristianos de nuestro lado lo conseguiríamos.
Un hombre sin ropa alguna salió de la cama con movimientos ágiles, estirándose y mesándose la larga melena hacia atrás. Se sentó detrás de la mujer y lanzó un vistazo a la carta con el sello de la señora de Avalon.
-Lo sé… -suspiró ella, cerrando los ojos-. Necesito pensar en ello. Simplemente cállate.
Pero el joven decidió que lo que había en juego era más importante, así que añadió la información que había escuchado de boca de los consejeros de su padre hacia dos días y que sabía que ella debía escuchar.
-Hay ogros enormes devorando niños en las aldeas por encima de Venonis. Seres que no se habían visto nunca están atravesando el Muro de Adriano en el norte y a su paso la gente desaparece. Los vikingos están desembarcando, asaltan e incendian los pueblos cerca de Durnovaria en estos mismos momentos. Los reyes britanos no saben qué hacer. Están esperando que les guíes, te temen y te respetan a partes iguales. Nadie quiere enfrentarse a la Dama del Lago, es demasiado importante y poderosa. Solamente otra…
-¿Otra qué? -se giró hacia él la mujer, con un brillo peligroso en sus ojos felinos. El hombre, sobresaltado por su reacción, supo en ese momento que su vida dependía de lo que dijera a continuación.
-Otra mujer con sus… "habilidades" puede vencerla en un reto como el que propone. Tu pueblo, Dumnovia, te seguirá como siguieron a tu verdadero padre. La Dama del Lago te ha elegido a ti. Tú debes guiarnos a la guerra.
El suspiro de ella tranquilizándose hizo que el hombre se relajara un poco. Aun así, sabía que era mejor no despertar su ira.
-El pueblo debe dejar de sufrir. Y, aunque no me guste, tienes razón, los enemigos nos rodean. Tal vez lo que propone la vieja lechuza no sea tan mala idea. Buscaremos a los mejores de Britania para el Desafío. Enviaremos mensajeros por todas las ciudades de Britania, cualquiera cuyo talento nos pueda ser útil será reclutado para esta expedición, por el bien de nuestra tierra. Los demás reyes deberán hacer lo mismo y reunirse conmigo en Durovernum… o Canterbury, como lo llaman ahora. Y ahora tú… ¡vístete! Lleva mis palabras a tu padre y procura que se presente en Canterbury con los demás.
-No le gustas a mi padre. Edmur desconfía de ti. Sabe que estás planeando algo.
-Edmur desconfía de cualquiera que sea más inteligente que él… y hace bien. Y tú harás bien en obedecerme si quieres sobrevivir a lo que se avecina.
-Sí… mi Reina -susurró el hombre, recogiendo sus ropas del suelo mientras ella volvía su atención a la misiva de nuevo.
Así que mi vieja maestra vuelve a reclamarme después de tanto tiempo. Bien. Te enseñaré lo que he aprendido después de que me expulsarás de vuestra maldita isla, abuela. Voy a salvar Britania y el resto del país de invasores y monstruos, vieja. Por mucho que sean aliados tuyos, o aunque sean tus mismos dioses, te prometo que voy a utilizar todas mis artes y mi poder para unificar a todos los reinos y traer la paz a Albión. Y lo voy a hacer yo, no tú, Viviane.
La carta comenzó a arder en la mano de la mujer con un fogonazo azul y se convirtió en cenizas. Ni las llamas le provocaron dolor ni abrasaron sus dedos. Los sensuales labios de ella hicieron el amago de una sonrisa, la misma que hacía que todos los jóvenes nobles de Britania cayeran rendidos a sus pies suspirando su nombre.
-Nos veremos en una luna, Viviane. Esto te lo jura la Reina de Britania. Te lo jura Morgana Le Fey.

Bienvenidos a Britania
Los romanos hace décadas que dejaron a Albión a su suerte.
La isla de Albión siempre ha sido un país muy bello, cubierto en su mayor parte de bosques brumosos, que están habitados por los hijos de Danu, los Tuatha Dé Danann: hadas, goblins, pixies y muchas otras clases de seres diferentes de los humanos.
En las colinas, dominando los pueblos y aldeas, se alzan los castillos de los caballeros y, desde estas alturas, la clase dominante protege a los campesinos y artesanos que trabajan diligentemente en las tierras bajas.
La isla ahora está gobernada por varios pequeños reinos formados por aldeas dispersas. La población sobrevive como puede a las luchas constantes entre los nobles por el control del país y por adueñarse de sus riquezas. Este estado de guerra permanente ha provocado que el país esté dividido en numerosos reinos que se disputan la jefatura. Hasta ahora, la poderosa familia Pendragón, guiada por la reina Morgana, mantiene el orden entre los reinos britanos mediante una combinación de diplomacia, fuerza, magia y astucia.
Pero nadie puede detener las imparables fuerzas de la guerra. La religión de un nuevo dios único ha comenzado a expandirse entre los britanos de aldea en aldea y ciudad en ciudad. Los habitantes comienzan a abandonar la Antigua Tradición en la que creían sus padres. Un pueblo invasor, los vikingos, han puesto pie en las playas de la isla desde sus frías aldeas al otro lado del mar. Y los Tuatha Dé Danann -los antiguos seres de la tierra que habitan la isla desde hace milenios antes de la aparición del hombre y que hasta ahora han estado escondidos- ahora surgen de sus bosques y cavernas dispuestos a purificar Albión y a recuperar su predominio.
Así comienza “Las nieblas de Avalon”.
Como recomendación para todos aquellos participantes que hayáis elegido pertenecer a la facción de Britania, os damos una pequeña orientación.
Los arquetipos que pueden encajar en nuestra Britania son los clásicos personajes que se podrían encontrar a principios de una Alta Edad Media: campesinos, nobles, caballeros, mercaderes, cortesanos, monjes, pícaros, artesanos, eruditos, mercenarios, asesinos, etc. La cultura es céltica, por lo que se recomienda el uso de un atuendo lo más cercano posible al estilo propio de la época y el lugar.
Para inspiraros sobre cómo vestir a vuestro personaje de “Las nieblas de Avalon”, os dejaremos una galería de fotografías que hemos hecho con nuestros amigos.
¡Esperamos que os gusten!