
Facciones
ikingos
V
Egil, hijo de Enok, estaba empujando un pesado tonel, intentaba hacerlo rodar por la arena sin demasiado éxito. Derrotado, se resignó y agarró con fuerza la madera para levantarlo a pulso y echárselo al hombro.
Unos trescientos pasos más tarde llegó a la tienda que su padre y el resto de guerreros veteranos estaban montando. A punto estuvo de dejar caer su pesada carga, pero una mirada de su padre le hizo recapacitar y la depositó suavemente en el suelo. Si en su interior había algún brebaje alcohólico y por casualidad se rompía, los demás exigirían su cabeza.
Se sentó a descansar tras su décimo viaje al barco y vio que su padre y los demás tampoco se habían estado quietos. Tenían unos cuantos tocones a modo de asientos y una rudimentaria mesa, así que se sentó ignorando las miradas amenazadoras de los hombres del clan.
Tras unos minutos, notó algunas miradas furiosas y pensó que estaba alargando demasiado el descanso, por lo que se puso en pie y salió de la tienda apresuradamente. A unos metros enfrente de él se había congregado una docena de personas. En el centro vio a su jarl.
Antes había sido una muchacha como él y tenía otro nombre, uno humano. Ahora se hacía llamar Revna y, desde luego, ya no era la chica que él había conocido desde su niñez. Estaba rodeada por sus consejeros, como siempre, y tenía a una chica joven arrodillada frente a ella con una armadura de cuero llena de polvo y barro. Debía ser o bien una exploradora o bien una mensajera, pensó, pues Revna estaba leyendo un pergamino con cara de pocos amigos.
-¡Traedme a los sabios! ¡Ahora!
La mujer no parecía estar gritando a nadie en particular y Egil, cansado como lo estaba, se quedó embobado mirándola. Ella se giró en su dirección y lo señaló con los ojos llenos de ira contenida.
-¡¿A qué esperas?! ¡He dicho ahora!
Esta vez sí que reaccionó y salió corriendo hacia la zona donde sabía que estaban las völvas, las hechiceras de su tierra, ya que fue lo primero que se le ocurrió. Tres mujeres acudieron rápidamente a la llamada y las guió de nuevo hasta Revna, que estaba ahora dentro de su tienda rodeada de gente. No sabía demasiado de protocolo, pero la curiosidad pudo con él y, tras guiar a las hechiceras, se quedó a un lado de la tienda, escuchando.
-Bien, primero, ¿quién demonios es esta “Dama del Lago” que firma la misiva? -interrogó Revna-. Creía que estas tierras estaban bajo el mandato de la reina Morgana.
Una voz masculina respondió rápidamente, aunque la duda se hacía evidente en su voz.
-Cre-cre-emos que es la líder de un grupo de hechiceras que viven en la isla de Avalon, aunque no sabemos muy bien qué tipo de poderes tienen. También se rumorea que una niebla mágica protege su isla, pero son temidas y odiadas por los britanos…
Algunas toses y el tintineo del metal contra metal fueron lo único que se escuchó en una larga e incómoda pausa.
Otra voz habló, diferente a la anterior, diciendo cosas que incluso Egil había pensado, pero que temía decir.
-Esta misiva habla de que cada bando debe enviar una comitiva con el mismo número de representantes, los mejores de cada clan. Estoy seguro de que es una trampa, es demasiado bueno para ser verdad. Claramente somos mejores y nuestro seidr es poderoso. El mismísimo Odín está de nuestro lado, ¿por qué no iban a usar contra nosotros su gran número, que es su mayor ventaja?
Tímidamente al principio, pero cada vez con más vehemencia, hubo un intenso debate entre los que estaban dentro de la tienda. El joven no pudo enterarse bien del todo, pues muchas voces se sobreponían a las demás y el batiburrillo resultaba ininteligible.
El volumen fue subiendo, unos intentaban ahogar las respuestas de los otros a base de gritos, cuando dentro se escuchó un gran estruendo. Una golpe seco, el rugir de un trueno y el sonido de la madera haciéndose astillas.
Curiosamente, lo primero que pensó Egil es que ahora iban a tener que hacer otra mesa. Parecía que estaba empezando a acostumbrarse al temperamento de su líder. La primera vez que Revna demostró su poder y autoridad también fue con el martillo, y se le quedó grabada en la memoria para siempre.
Durante el conclave de clanes que iba a dar el visto bueno a esta expedición, a todos se les exigió jurar lealtad a la causa y entre ellos, los clanes debían olvidar antiguos odios y rencillas, así lo ordenó la nueva jarl.
Sin embargo, los nuevos juramentos son más fáciles de olvidar que las ofensas ancestrales. Poco a poco, las malas caras se convirtieron en malas palabras, las malas palabras en empujones y los empujones en peleas y gritos antes incluso de zarpar. Revna, que ya se temía algo así, se acercó al tumulto y, martillo en mano, golpeó al primer hombre que desnudó su acero, tal y como había dicho que haría. El guerrero estalló en una mezcla rojiza de carne, vísceras, huesos destrozados y sangre que cubrieron a todos los que estaban a su alrededor.
Cuando Egil lo vio, y aunque nunca lo admitiría en público, casi se lo hizo encima del miedo que aquella escena le provocó. Incluso algunos veteranos que habían visto bastantes batallas miraron impresionados, pues uno no ve el poder de Odín todos los días.
Revna volvió a hablar, sacando al joven de sus recuerdos.
-Ya lo he decidido, aceptaremos su “Desafío” por el control de Albión. ¡Elegid a los mejores de todos los clanes, a los más astutos, a los más sabios y a los más osados! Visitaremos esa isla y, si resulta ser una trampa… ¡Os guiaré yo misma hasta el Valhalla!

¡Fuerza, hermanos!
Los britanos están hoy debilitados, divididos y en guerra.
Estos necios no saben lo que tienen y han invitado al lobo a su casa. Algunos señores quisieron comprar a nuestros guerreros con oro y plata, prometieron muchas más riquezas a cambio de que trajeran a más de sus hermanos a la guerra contra sus criaturas del bosque.
Tan centrados están en sus disputas internas que no se les ocurrió que a un pueblo guerrero como el nuestro le podría interesar también sus tierras, o que el mismísimo Odín ordenaría esta empresa.
La expedición está formada por gente de diferentes clanes, poblados y aldeas. Todos han venido con la promesa de riquezas y tierras según sus logros de guerra y su aportación a la partida.
Pese a que cada clan tiene a sus pequeños jefes, todos han hecho un juramento de lealtad hacia Revna, la líder elegida por Odín. Esta, consciente de que la división podía debilitarlos como hacía con los britanos, añadió otro juramento: olvidar las antiguas rencillas, disputas familiares y deudas de sangre. Aquel que incumpla este juramento será ejecutado por su general o por su propio martillo.
Los guerreros que ya estaban en la isla nos han preparado un punto de entrada entre las criaturas que los britanos llaman Tuatha Dé Dannan y ellos mismos; de momento ninguno de los dos bandos ha atacado el campamento, pues temen recibir un ataque de la tercera fuerza.
El grupo de recién llegados a la isla está compuesto por todo tipo de personas: guerreros con armaduras de malla, cuero y pieles; sacerdotes paganos para fortalecer la moral y la fe de los guerreros; esclavos que acompañan a sus señores con la esperanza de ser libres; granjeros que sueñan con poseer sus propias tierras; eruditos deseosos de conocer una nueva cultura y criaturas de leyenda; aventureros Skald que desean vivir aquello que han cantado tantas veces; políticos que desean ganarse el favor de alguien codeándose con gente importante, etc.
Hay muchos motivos por los que alguien querría unirse a esta expedición, pero, por supuesto, está la promesa del Valhalla y ¿qué mejor que hacerlo bajo una enviada de Odín?
Aunque recientemente hay decenas de series y películas para inspiraros sobre cómo vestir a vuestro personaje de “Las nieblas de Avalon”, os dejaremos una galería de fotografías que hemos hecho con nuestros amigos.
¡Esperamos que os gusten!